Y esa es una gran verdad que he experimentado en mis propias carnes al encontrarme con una de esas temidas danas que asoló con lluvias torrenciales, desbordamientos de cauces, inundaciones, cortes de carreteras y todo tipo de incidencias la provincia de Zaragoza durante mi turno de guardia este último domingo de septiembre.
Todos los trabajadores de SVAE dedicamos uno de nuestros fines de semana del mes para organizarnos en equipos de trabajo y poder ofrecer a los clientes que contratan nuestros servicios la tranquilidad de saber que cuentan con una verdadera atención durante las 24 horas los 7 días de la semana. Cumplir con la promesa de asegurar la efectividad por la que nuestros clientes apuestan no es algo en absoluto baladí.
Al comenzar a caer agua en los hogares y en los garajes de los vecinos de las comunidades cuyos administradores confiaron en SVAE para atender consultas generales, incidencias y siniestros, no necesité siquiera de una cabina de teléfonos, pues en un abrir y cerrar de ojos me vestí con mi traje del fantástico Capitán Apaños. Las llamadas de personas preocupadas en un principio, poco a poco dieron paso a las de las personas angustiadas para terminar dejando paso a las de aquellas que, desesperadas, llamaban pidiendo auxilio para contener filtraciones, detener caídas de techos o suplicar que alguien pusiera a salvo sus pertenencias y recuerdos.
Durante muchas horas trabajamos empatizando con el nerviosismo y la angustia de quienes llamaban y servimos de enlace con fontaneros, electricistas y todo tipo de reparadores de distintas compañías de seguros, que afrontaron sus compromisos con las comunidades a las que daban cobertura. Si bien es cierto que ni yo ni ninguno de mis compañeros corrimos el menor peligro, pues gracias a los hados pudimos ofrecer ayuda desde la seguridad de nuestros puestos de trabajo, no miento si afirmo que todos hicimos un verdadero esfuerzo para atender cuantas avisos recibimos y dar el servicio solicitado, aportando tranquilidad y calma a quienes se quedaron atrapados en el interior de un ascensor, esperanza a quienes suspiraban por la visita de un profesional que detuviera las consecuencias de la furia de la naturaleza e incluso una sonrisa a quien llamó preguntando si sabía cuándo pararía aquello y le ofrecí el contacto directo con el hombre del tiempo de la televisión pública.
Me consta que mi querida Magadalena, la muy eficaz Solucionadora enmascarada, se dejó ayer la piel en ayudar a cuantas personas atendió desde su puesto, y como ella, todas nuestras compañeras de equipo, quienes demostraron una vez más en qué consiste esa paridad de la que tanto se habla en los medios de comunicación y en las tertulias de los bares.
Y esta es la diferencia entre nosotros y las locuciones grabadas y los programas informáticos que atienden las llamadas a muchos números de empresa: en SVAE contestamos personas, mujeres y hombres comprometidos con nuestro trabajo y decididos a ofrecer a quienes marcan un teléfono esperando recibir algo de comprensión todo aquello para lo que estamos preparados y capacitados.
Luzca el sol, nieve o diluvie, cuantos nos hemos conjurado para ofrecer el mejor de los servicios prometemos que siempre procuraremos solucionar los problemas de quienes nos llaman. Siempre y cuando esté en nuestras manos, claro. Para todo lo demás siempre nos quedará la fe.












